Las misericordias de Dios infunden agradecimiento al corazón. “¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación” (Sal. 116:12, 13). David alude al pueblo de Israel, que en sus ofrendas de paz acostumbraba a tomar una copa en sus manos, y dar gracias a Dios por las liberaciones. Cada misericordia es una limosna de la libre gracia; y esto llena el alma de gratitud. Un buen cristiano no es una tumba para enterrar las misericordias de Dios, sino un templo para
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